No se puede substituir a alguien insustituible.

A partir de ahí todo tuvo un olor un tanto triste, quizás fue por verte abrazado a cualquier cintura de cualquier chica que se dejara. Nunca podía acostumbrarme a verle así, viviendo a esa velocidad que me dejaba tan atrás, que hacia que nuestros recuerdos se volvieran tan borrosos y nuestros bailes lentos, demasiado lentos para mi. Creo que los camareros de los locales donde frecuentaba ir podían llegar a leerme el pensamiento, porque me miraban con esa compasión con la que se mira a alguien que ha perdido algo que tu no le puedes devolver, o porque siempre me cargaba la copa más de la cuenta. Yo no necesitaba una de esas historias de cine en la que el desamor va acompañado de alcohol para olvidar, quizás la diferencia es que yo no quería olvidar... Quería recordar, mirarte desde la otra esquina de cualquier sitio y esperar a que el dolor dejase de ser insoportable. Volver a casa, poner esa canción y dejar que el miedo hablase de nosotros dos. Enfurecerme y gritar, gritar y llorar. Inventarnos a nosotros dos en cualquier cama, recuperarte en cualquier parte y tenerte en cualquier momento. Era morir poco a poco, perder el equilibrio. Pero a pesar de todo quizás algún día volveré, y tú harás como cada noche, que no me has visto, exageraras tus movimientos para que no se me escape detalle de tu mano por encima de cualquier chica o algún que otro gesto de más con alguna de ellas, reirás más alto de lo normal. Cada noche nos alejábamos diez pasos, tu sonriendo. Cada noche ponía a prueba mi dolor hasta que quizás ahora ha llegado el día en que casi ni te conozca..