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jueves, 10 de enero de 2013

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Nunca volvimos a estar a solas desde aquello, a mirarnos sin que nadie nos observara, a callarnos y esperar que la química hiciese el resto. Nunca tuvimos el valor suficiente. Sólo nos dejábamos deleitar con presencias pactadas cuando los demás nos reunían en algún lugar común, casi siempre, una cena o alguna que otra fiesta. Nos regalábamos algunas de las risas que antaño hubieran hecho que esa noche la pasáramos juntos, y con las que ahora nos conformábamos para llevarnos un buen sabor de boca a la cama. Siempre pensé que había gente a nuestro alrededor que se estaba dando cuenta de que había alguna pieza que no acababa de encajar, que todavía nos brillaba un poco el alma detrás de nuestras corazas. No lo pregunté, y él tampoco. Notaba que él se contentaba con que yo hiciera algún que otro gesto de más, se sentía fuerte, como que no había apagado el fuego del todo y yo todavía seguía intentando saltar por encima de las llamas. Él reaccionaba de formas dispares. O bien evitaba reaccionar a mis impulsos y hacerme sentir como la que perdió. Si yo llevaba rato sin dirigir la mirada hacia alguno de sus movimientos, corría a buscarme y esperaba una reacción. Que levantara la cabeza e hiciese alguna mueca que él pudiese traducir a su antojo en una respuesta de ganador que le hiciera feliz. Yo sin embargo actuaba por puro instinto, sin hacer caso a mis lágrimas de ayer ni a mis sonrisas de mañana. No tenía una estrategia definida y por lo tanto jugaba a tentarle, a ponerle nervioso, qué se yo, a casi todo por tal de que el supiera que a pesar de todo, estaba ahí y seguía viva. Muy viva. Ese comportamiento me ayudaba a seguir pero me hundía a la vez. Quería resignarme, darle la razón a la indiferencia, que todo pasase a un segundo plano, que se alejase del protagonista y la escena principal, buscar en otros ambientes. Pero entendí que esa lucha era un acto inútil, una pérdida de tiempo. Que mi yo salvaje nunca dejaría que actuase la razón ni él acabaría dando un poco de lucidez y sentido a esa historia. Pero por más que lo entendiera me daba igual caerme si semanas después iba a levantarme a su lado. Tal vez quería experimentarlo todo, hasta que acabase de matarme, matarme de amor. Era la única forma que tenia de sentir, mi única forma de vivir algo cerca a él, mi única forma de vivir..

2 comentarios:

  1. Muchas gracias por visitar mi blog y leerme. Leí tus entradas y son muy lindas, escribís muy bien (:
    Te mando un beso y espero que estés bien :)

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  2. Gracias a ti:) Igualmente guapa, un besazo!

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